Viernes.
Al principio, cuando me conoció, se sintió impresionado por la inmensidad de mi subconsciente, le atraía mi mundo interior tanto como mis sueños y mi descaro. Yo solía sentarme en sus flacas rodillas para que me psicoanalizara y él se sonrojaba cuando le pedía que fuera bueno, y que mientras que yo me reía a carcajadas a escasos centímetros de su boca, él me pusiera una copa en la mesa, mientras tanto yo con una mano enrollaba mis dedos en su barba y con la otra le ajustaba las gafas.
Me miraba sin pestañear, escuchando todo lo que yo le contaba, casi siempre más invención que realidad, mientras iba de sus rodillas al diván sin parar. Yo hablaba y hablaba hasta que me cansaba y entonces me quedada enfrascada intentando memorizar su cara. Le decía que acertados habían estado sus padres al llamarle (segis) MUNDO, pues veía en cada arruga de su carita de judio todas las artes y el saber del mundo, el se reía y me convocaba para otra cita "a más tardar mañana"
Espero verte pronto, me decía.
Estoy convencida que Freud me hubiera amado.
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