es un día como cualquier otro, no hay una gran diferencia entre este lunes o el anterior, excepto que hoy he decidido no volver a enamorarme nunca más. He paseado por los parques y pequeñas calles de mi barrio conversando en silencio con mi propio pensamiento y he llegado a un banco en medio del parque (ese en el que hace unas horas conversé contigo). Me senté en aquel banco y dejé que mi cara se empapara de las pequeñas gotitas de lluvia que adornan este día gris. Inspiré profundo, tanto como me permitió la capacidad de mis pulmones, y dejé que el aire se escapara entre mis labios durante unos eternos segundos de paz. Y allí, con la única compañía de mi libreta, mi bolígrafo y mi respiración calmada, decidí no volver a enamorarme. Fue rápido, no tuve que meditarlo demasiado, no hice una lista de pros y contras, ni lo razoné, simplemente me dejé llevar por la decepción. Pensé en todo lo que no entendía, en lo que intentaba controlar, en lo que se me escapaba de las manos. Y lo único que me apetecía de verdad era estar sola y solucionar por mi misma todo.
Poco a poco empezaré a construir un muro a mi alrededor, un muro que delimitará mi espacio personal, aquel al que no podrá acceder nadie, ni las personas más cercanas. Me esconderé durante algunos meses dentro de mi parcela de seguridad, tranquilidad y estabilidad emocional. Poco a poco, casi sin darme cuenta, iré deshaciendo los nudos que me amarran a todo aquello que existe sólo en mi imaginación, aquello que en realidad no deseo,no disfruto, aquello que no debe formar parte de mí porque no lo siento mío. Eso que un día me pareció lo más grandioso de mi existencia y resultó insignificante, tanto que con el tiempo, las reflexiones y algunos cientos de lagrimas, perdió todo su valor.
Entonces, cuando comprendí lo incomprensible, me recuperé. Costó tanto que hoy me he prometido no volver a pasar por lo mismo. Y que si algún día alguien logra que me replantee mi decisión, la de no enamorarme nunca más, esa persona debe ser extraordinaria, fuera de lo común, alguien que no se rinda nunca, alguien completamente distinto a todo lo conocido y que sea feliz con sólo mirarme a los ojos. Alguien capaz de leerme el pensamiento y complementarme de una manera natural. Alguien auténtico. Y escribí una lista mental de los atributos imposibles que debía poseer el único ser capaz de conseguir lo que me parecía inalcanzable, mi entrega absoluta.
Hoy, que he decidido no volver a enamorarme nunca más, cerraré las puertas a la magia y a la ilusión. Y empezaré un capítulo de mi vida muy distinto a los anteriores. Hoy radicalizaré mi mundo en favor de un conocimiento más profundo de mi ser. Hoy empezaré a ser una persona distinta y terminaré el proceso siendo más yo que nunca.
Hoy estoy tan seria, triste y desencantada. Mañana sonreiré todo el rato, a veces sin darme cuenta, y eso debe significar algo. De hecho, lo significa todo.
ya somos dos
ResponderEliminarMuy bonito!
ResponderEliminarYa somos 3
ResponderEliminar