17.2.14

Cuentame cuentos que no digan nada

Santi era hipocondríaco, pequeño, delgado, timido, sonreía siempre de medio lado, leía mucho, Schopenhauer, Nietzche, Ortega y Gasset, Maquiavelo y le gustaba estar en batín, tomar whiskey con hielo y lexatin, oirme leer fragmentos de Bukowski y comer judias verdes cocidas porque decía que tenía tendencia a engordar, nunca llego a los 50kg. 

Luis, tenía un ojo de cada color, tocaba la trompeta, era guapo y lo sabía, siempre iba muy elegante, escuchaba mucho vinilo, bebía vino blanco caro catalán, me dabavueltas en su Vespa y se compraba todas las tendencias mods inglesas.

Natalia nació para ser amada y deseada, conocía los rituales del té japonés y las paredes de su habitación estaban alcolchadas en terciopelo rojo, el suelo entero era un colchón y en mitad del techo tenía un espejo que a su madre le decía que lo usaba de vestidor.


Ambos estaban enamorados de Natalia, ellos la llamaban la gata.
Yo vivía con ellos, en un bajo con dos patios y a nuestra casa los vecinos la llamaban "el foco de infección" mientras, nosotros no veíamos la televisión, practicábamos todas las vanguardias y no sólo en el salón.



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