Todo el suelo estaba salpicado de motitas de colores, mezcla de acuarelas sin origen alguno y pelos de gato, las sábanas, blancas en su origen, (supongo yo), estaban salpicadas por migas de pancakes y hebras de tabaco, dibujando extrañas formas, como si pretendiera tener un cielo propio, un cielo propio formado por sobras. Los libros y los discos se amontonaban en gruesas columnas creando un todo, cual Montaña de Basura idolatrada por los Ramones y las pesadas cortinas de paño mantenían alejado al sol.
No había ni armario, ni mesilla, ni mesa, ni silla, ni aparador, sólo unos cuantos lienzos, un colchón y esta conversación:
- ¿cómo se llama ese animal que corre? ese, ese que es como un unicornio pero sin cuerno en mitad de la frente
- ¿caballo?
- ese, mierda
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