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23 segundos


Era tan jodidamente cabrón que volvió a enamorarse de mí. Solo, que me rogó que me portara bien y no me pasase toda la noche por ahí bebiendo y follando. Dijo que lo estaba volviendo loco, yo le dije que si quería podía hacerme la muerta pero que no iba a ser fácil después de todo.
- ¿No puedes plantarle cara a las cosas? me pregunto.
- Puedo, pero prefiero no hacerlo. Siempre me entusiasmo por alguna cosa, pero no me dura más de veintitres segundos. Ése es mi límite. Nunca sé ni siquiera por qué me levanto por la mañana, dije yo.
- ¿Sabes lo que más me asusta?.
No debía saberlo porque no dije nada.
- Tu miedo, y el entusiasmo detrás de tu miedo, sentenció.
- Es curioso porque a mí es tu falta de miedo lo que más me asusta, vivir en la provisionalidad permanente, esa fue, es y será nuestra caduca historia de amor. 

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